viernes, 5 de noviembre de 2010

EL ODIO A LA PALABRA

No bastaba el desprecio al discurso o al lenguaje. Se pasó del desprecio al odio. […] No basta ridiculizarla y mostrar la vanidad de esta expresión humana inadecuada... Hay que destruirla. Desestructurar el lenguaje, no sólo en el análisis teórico, sino también en la práctica, que lo descalifique y deshonre. […] Trato del acto deliberado del que controla y domina perfectamente el lenguaje y la lengua y quiere matarla mediante el ejercicio que la ridiculiza, mostrando a los ojos de todos que la palabra no es portadora de nada, que no dice nada, y que el que habla es una máquina averiada e incluso que siempre estuvo averiada. […]

El odio contra la palabra está exacerbado únicamente por el que se siente enemigo del hombre mismo. Pero curiosamente se presenta como manifestación del afán de libertad humana. La problemática es muy sencilla; primer tema: la lengua está construida, hay un vocabulario delimitado, una sintaxis, locuciones, ortografía... Es a la vez normativa y depende de normas que el hablante no ha estatuido. Nos enseñan a hablar. […] Por lo tanto se nos encuadra. Nos moldean. Nos encierran. Por el hecho de aprender una lengua, pierdo mi libertad. ¿Mi libertad para qué? Pues claro, para crear una lengua ex nihilo, mi propia lengua. Y es una privación inaceptable, una violación del más sagrado derecho, el de hacerme a mí mismo. […]

El lenguaje, instrumento de poder. En esta sublime protesta sólo descuidan una cosa: que la palabra no consiste en emitir ruidos inarticulados, a los vientos del mar, sino que es únicamente vehículo de uno hacia otro, relación de un hombre con otro hombre, y la relación exige necesariamente un código […]. Para hacerse hombre, liberado del lenguaje enseñado y condicionado por el hombre, renuncian pura y simplemente a toda relación con los demás y a lo que constituye la verdadera especificidad humana, la palabra. No se camina hacia una mayor libertad, sino hacia el cretinismo. […]

Sólo la palabra es revolucionaria, es el lenguaje que puede actualizar la esperanza humana. Y esto está implícito en su relación con la verdad. Y la clase dominante tiene que combatir en una batalla tramenda, inmensa, esta zapa subterránea. Hay que castrar la palabra, domesticarla, cribarla, desangrarla, para convertir el lenguaje en un instrumento neutro. ¡Cómo no ven que luchar contra el lenguaje construido, odiar la palabra, es hacer precisamente el trabajo de la burguesía dominante y esterilizar la única fuerza que cuestiona la clase dominante! Cuando pasamos del lenguaje de Marx al de Dada o al de Artaud, la burguesía respira con una sensación de alivio: se ha destruido el lenguaje, ya no dice nada, ¡ya no hay nada que temer, pues! ¡Qué loca estupidez pensar que destruyendo el lenguaje, haciéndolo no-significativo, se realiza una acción revolucionaria! ¡Si la propaganda funciona sólo gracias a un lenguaje, al que previamente se privó de significado!.

Jacques Ellul, La palabra humillada, S.M., 1983, pp. 233-239.

Relacionado con este autor le recomendamos:  LA PALABRA HUMILLADA; ELLUL Y LÉVI-STRAUSS

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